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miércoles, 19 de febrero de 2020

La experiencia estética. Reseña sobre Acaso el espejismo, de Ana Garrido




ACASO EL ESPEJISMO
Ana Mª Garrido Padilla

Premio Flor de Jara de Poesía 2017
Colección Poesía de la Diputación de Cáceres

Edita: Institución Cultural El Broncense
Diputación Provincial de Cáceres





La experiencia estética

Ana Garrido
 escribe poesía casi transparente, translúcida, con la justa ración de materia optimiza el lenguaje, de modo que el poema resulta liviano, sin peso, aunque armado de una gran carga poética y con un estigma, el de la belleza. Esta ilusión se concreta gracias al profundo conocimiento del medio para conseguir que la idea evolucione de forma sutil en el receptor de sus versos. La médula del discurso tendrá que ser encontrada por el lector porque la poesía de Garrido es una sugerencia intelectual que levita como un velo que flota y el lector intercepta, huele, toca y hace propio. Esa gracilidad, ese encaje delicado que borda cada poema hace que la palabra sea fundamental. Y es que el medio, el lenguaje, adquiere tanta importancia como el contenido, quizás más por lo que antes expliqué, ya que el mensaje es sugerido. Esta búsqueda de la belleza a través de las palabras que define la poética de Garrido es el argumento de este Acaso el espejismo. Incluso el título está tocado por esa búsqueda y por la duda inherente a cualquier búsqueda.

En poesía, la experiencia estética procede de los sentidos y nos acerca el mensaje a través de ellos y del amor que se le profesa al lenguaje, principalmente a través del segundo. Con esta idea es mucho más fácil conocer la clave del libro, incluso la clave de cualquier libro escrito por Ana Garrido. Es el gozo obtenido con la lectura exaltada por lo bello lo que incide en el lector y le abre un abanico de sensaciones y caminos para intentar comprender los elevados conceptos o percepciones que aporta la autora. Su escritura defiende, verso a verso, el valor intrínseco a la expresión poética, algo que se podría calificar de heroico en este tiempo; y me refiero no sólo al momento actual, sino al devenir poético desde los años sesenta o setenta del siglo XX hasta esta segunda década del XXI. Los movimientos que se han ido sucediendo y solapando, las generaciones, las posturas y las adhesiones a determinadas antologías que se han tenido por guías orientativas de lo que se cocía en los mentideros literarios, han dejado en un segundo plano la estética, en su mayor parte, desde el neorrealismo punteado por el compromiso, pasando por la, dicen, mal llamada poesía de la experiencia, los novísimos, los post-novísimos como los denominó, en su antología de los poetas de los 80, Luis Antonio de Villena, hasta los que bordean el comienzo del siglo XXI con la llamada poesía de la diferencia. El caso es que este siglo comienza con un eclepticismo en los quehaceres poéticos que suponen una especie de cajón de sastre en el que los estilos se mezclan y las categorías máximas de la expresión se balancean de un extremo a otro en cuanto a nuestro objeto, el lenguaje. Pero nunca hay que dejar fuera de juego la estética del poema. El feísmo no juega a favor del género, tan abierto a todo, por otra parte; y, por supuesto, la indagación y el compromiso lo son sobre cualquier cosa que el poeta ponga en lid. Juan Carlos Mestre lo expresó así: "No conozco a ningún escritor que no se comprometa con lo que sea, el nenúfar o los pies descalzos del hambriento. No reside ahí, creo yo, la categoría del desafío, sino en la voluntad estética de la que está investido el texto en sus múltiples significados, distinto afortunadamente en la percepción de cada lector."

Se deduce, comprensible, el hecho de que la autora haya sido premiada en numerosos certámenes literarios. Este poemario es muestra de ello, ya que fue galardonado con el prestigioso Premio Flor de Jara, de la Diputación de Cáceres, en 2017. En los concursos se premia, más que una poesía novedosa o que quiebre los cánones, la poética delimitada por la belleza del lenguaje y es notorio que Garrido se atreve a expresar los conceptos más contundentes con la poética del hilo. Como una araña teje su delicada red casi invisible y atrapa con la fortaleza de su voz lo que no puede ser asido de otra manera sin hallar la herida.

A través de los ojos
llegamos al silencio de las cosas,
a ese lugar de nadie entre la oscuridad
y su estremecimiento.

Ana Mª Garrido Padilla
Acaso el espejismo habla de la luz y, para la autora, como se indica en la contracubierta del libro, la luz, aquí, es la poesía. Esto cierra y materializa la lectura. A lo largo de ochenta y cinco páginas, el recorrido de acercamiento y captura es como un largo viaje en el que el objeto del deseo se fuga, se escurre, se muestra tanto esquivo como cercano, objeto de traición o de infiel talante ante el sujeto que lo persigue con una apostura que utiliza la pincelada precisa para dejar al lector el camino abierto, pero virgen de pisadas. Hay un trabajo posterior a la lectura del libro que ha de ser cubierto porque el relato poético se muestra ambiguo, como lo es por sí mismo, según argumentó Borges, porque el encuentro con el libro no es más que el comienzo de la experiencia comunicativa. Será el lector el que concluya el mensaje, a partir de un texto de belleza explícita, como medio para llegar a la luz con la excelencia. El método de la poeta es adherir a las palabras lo sublime del mensaje a través de la belleza.

El poema es el hueco, la renuncia,
el destello de un fósforo.

Esto último, nos sugiere que puede entroncar con un cierto misticismo. La poesía como luz, la luz como un todo absoluto, el de la creación. Si es así, la poesía como elemento totalizador resulta estimulante y, al mismo tiempo, es el origen de una frustración natural al ser humano desde el principio de los tiempos. El amor a la obra, al decir, conlleva una cuidadosa armonía proyectada en el lenguaje y un sentimiento de búsqueda racional y extraordinario. Desde este punto de vista, sí se puede entender una relación mística o aparentemente mística entre la poeta y la poesía; ya sea por la aspiración de perfección de la primera, o por la naturaleza deífica, o empírea, como se quiera ver, de la segunda.

La escritura es el ascua bajo el fuego de palos,
el temblor y la idea, una orilla desnuda
en las estribaciones del lenguaje.

En definitiva, se trata de una lectura gratificante porque éste es un valor intrínseco a la belleza. Los poemas de Ana Garrido relatan la inseguridad del ser humano, pequeño e insignificante, ante lo inmenso, ante la luz que es objeto de búsqueda y de temor al mismo tiempo. Pero, a lo largo del libro, nos traspasa la duda de que quizás la luz reside en la fiereza de la búsqueda, en la creencia y el saber, en la excelencia y el conocimiento. Quizás la luminosa captura es efectiva sólo por iniciar el camino de búsqueda. Esa luz, léase poesía, escultura, pintura, o cualquier modalidad de arte, que nos supera sin remedio y nunca llegamos a alcanzar, quizás ya la hayamos tenido en nuestras manos en el momento mismo del deseo de perfección porque es entonces cuando esgrimimos ese innombrable absoluto que sabemos llevamos en nuestro interior.

Somos los elegidos por la melancolía,
los que guardan el fuego
en las celebraciones del solsticio.

Es la ruta que, generación a generación, desde que el arte surge, seguramente desde Altamira, ha explorado la humanidad. Y seguimos abriendo caminos en nuestra propia oscuridad con el arma de la belleza hacia la luz, el arte, la poesía, el decir intrínsecamente humano.


Laura Gómez Recas
Febrero 2020



Ana Mª Garrido Padilla nace en Madrid y es licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente, preside la Asociación Literaria Verbo Azul, de Alcorcón y co-dirige su revista "La hoja azul en blanco". Ha sido publicada en varias revistas literarias y antologías y, como integrante del Aula Itinerante de Poesía de Verbo Azul, ha realizado recitales por todo el territorio español. Cuenta en su haber con numerosos premios de poesía entre los que destacan las XLIII Justas Poéticas de la Ciudad de Dueñas (Palencia), el XVI Concurso Internacional de Poesía Palomar Teresiano de Gotarrendura (Ávila), el Premio de Poesía Pedro Marcelino Quintana de Arucas (Gran Canaria), el XXI Premio Nacional de Poesía Poeta Mario López, de Bujalance (Córdoba) y el Premio Flor de Jara, de la Diputación Provincial de Cáceres.



Savari

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