Poor things, la película de Yorgos Lanthimos, se ha estrenado en España con el título Pobres criaturas. Un título que acoge bajo el extenso palio del término "criatura" un sinfín de posibilidades para una cinta que recuerda el mundo de Mary Shelley tantas veces recreado en celuloide a lo largo de la historia del cine. La premisa es la misma: el hombre de ciencia que se extralimita en el ejercicio de su saber y experimenta con el ser humano, generando la coyuntura moral del dominio de la creación de la vida y del dominio de la muerte. Algo de esto hay en Pobres criaturas, pero no es donde se centra el guion de Tony McNamara; es más, descafeína con humor ese dilema deontológico, siguiendo el hilo del libro (1992) de Alasdair Gray, origen de esta historia.
La historia de Bella Baxter es la de un engendro: una mujer a la que se le implanta el cerebro de su recién nacida hija. Un discípulo de su creador, interpretado por Ramy Youssef y que ha registrado su evolución con un seguimiento científico, se compromete con ella; pero el encargado de redactar el contrato nupcial, el vividor Duncan Wedderburn, al que interpreta magistralmente Mark Ruffalo, la convence de vivir una gran aventura. Ahí comienza el viaje de Bella y su gran proceso madurativo que, cuando está concluso, es capaz, incluso, de hacer justicia con el que fue, antes del implante, su maltratador marido.
Ésta es una película surreal, del género fantástico y definida como comedia, entendida ésta como un género brillante que precisa de la inteligencia del espectador. Pese a que juega con ello, nunca llega a ser zafia o vulgar gracias a las dosis de humor bien dosificado para que la crítica social se vaya instalando lentamente sobre las cabezas del patio de butacas. La historia, que recuerda tanto a la de Frankenstein, renueva la idea rouseauniana que subyace en la obra de Shelley para afrontarla desde el puntal de la condición femenina. Gracias a las manos del Dr. Godwin Baxter, interpretado en la malformación por Willen Dafoe, cuya sola presencia aporta una gran dosis de credibilidad, Bella Baxter es una creación artificial, un ser femenino con cerebro infantil en crecimiento, que llegará a la madurez sin un solo condicionante religioso, social o moral. Tal cual crece y se desarrolla, se generan sus actos y su forma de estar en el mundo. Vertebrada, como en la novela, en la vida sexual de la protagonista, la trama se desarrolla en ese camino de maduración sin interferencias, lo que hace que Bella se comporte sexual y emocionalmente con absoluta libertad. Lo curioso y excepcional es que llega un momento de la película en el que surge la evidencia de que ese comportamiento es el normalizado a lo largo de la historia por una gran parte de la población masculina. Bella Baxter es una mujer que actúa en las relaciones como habitualmente lo hacen (o debería decir: hacían) los hombres. Y se reseña este detalle por la gran cantidad de reacciones que ha generado desde el estreno; no porque sea fundamental. Sólo es un recurso de subrayado. Bella es libre, es curiosa, tiene interés en saber y, de forma natural adquiere el valor fundamental de la ética: la diferencia entre el bien y el mal; no por haber nacido de una forma u otra, sino por el aprendizaje en la experiencia.
Yorgos Lanthimos genera una atmósfera muy personal en sus películas. El tono surreal se convierte en una parte más del mensaje principal de sus cintas que, por demás, narran historias peculiares en algunos casos, distópicas en otros. Desde Canino (2009), su primera cinta; Langosta (2015), con la que obtuvo el Premio del Jurado en Cannes; El sacrificio de un ciervo sagrado (2017), Premio al mejor guion, también en Cannes; o La favorita (2019), la que marca un antes y un después en su carrera después de ser nominado al Óscar al Mejor director. Si hay un rasgo que le caracteriza es que nunca deja indiferente al espectador y el tratamiento de sus propuestas (conflictos de alienación, manipulación, dominación) es siempre complejo gracias a su lenguaje audiovisual. En el caso de Pobres criaturas va un paso más allá y opta por ofrecernos un producto extraordinariamente insólito sobre el que apoyar la compleja disquisición del argumento.
La historia se relata dentro de un cuento, en un paisaje no real rayano en lo onírico, que podría ser el de un cómic o el de una fantasía. La narración, que se ubica en la época del estallido modernista, está impregnada del valor estético del Art Decó. Yendo un paso más allá, se podría decir que Gaudí podría haber diseñado los decorados: las habitaciones y sus techos, las ventanas, las fachadas de las casas de Lisboa donde unos tranvías redondeados transitan por raíles aéreos. Y es que la metáfora visual alcanza cumbres insospechadas como en una secuencia que transcurre en Alejandría, en un lugar similar a un faro que representa una separación simplista y dual de las clases sociales: arriba los ricos y abajo, a sus pies, los pobres. Todo cabe en un mundo fantástico: la silueta de juguete del barco donde viaja Bella con su amante o el onírico vestuario de la protagonista, obra asombrosa de la diseñadora Holly Woddington.
En ese entorno, el desarrollo de la inteligencia de la protagonista adquiere una dimensión extraordinaria. El cómo lo consigue Lanthimos es lo que hace que esta película sea una gran película: utiliza un recurso narrativo ágil, más que ágil, rápido donde se pasa de un lugar a otro como se pasa la página de un cuento. Y se ayuda del blanco y negro cuando el cerebro de Bella aún es inmaduro para resaltar su etapa madurativa con la utilización por primera vez en cine de la técnica del color Ektachrome de la marca Kodak, que ha renovado su técnica de 2018 con una emulsión mejorada para potenciar el color y cuyo efectismo debemos agradecer a Robbie Ryan. Es como si el contraste entre los colores estuviera al máximo posible, tanto que éste también se convierte en un factor determinante del mensaje.
Todo ello, unido a la interpretación más que sobresaliente de Mark Ruffalo; a la banda sonora de Jerskin Fendrix que logra una amalgama perfecta con el entorno visual y los personajes; y a Emma Stone, que hace un ejercicio de actuación de dimensiones colosales hacen de esta película una obra estimulante, efervescente y cargada de significados. Lanthimos nos cuenta un cuento que narra cómo la inteligencia crítica nace y se desarrolla dentro de un marco liberado, por libre y por libertario. Lo que induce a replantearse el significado del título. Puede que las pobres criaturas no sean las que creímos al principio y que las apariencias, una vez más, nos hayan vuelto a engañar.
Laura Gómez Recas
Publicada en Enreletras
15 de febrero de 2024
Ficha técnica:
Título: Pobres criaturas
Título original: Poor things
Dirección: Yorgos Lanthimos
Guion: Tony McNamara
Basada en el libro Poors things, de Alasdair Gray
Fotografía: Robbie Ryan
Música: Jerskin Fendrix
País: Irlanda
Año: 2023
Duración: 141 min.
Género: Comedia. Fantástica.
Reparto: Emma Stone, Mark Ruffalo, Willen Dafoe, Ramy Youssef, Kathryn Hunter, Christopher Abbot, Jerrod Carmichael, Anna Schygulla, Suzy Bemba, Vicki Pepperdine, Tom Stourton, Wayne Brett.
Distribución: Fox Searchlight
Savari
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