Páginas

domingo, 14 de febrero de 2016

Juan José, de Pablo Sorozábal


Pablo Sorozábal acabó con la última oportunidad de ver estrenada su ópera Juan José cuando no pudo reunir el reparto para interpretarla. Plácido Domingo, Montserrat Caballé y Teresa Berganza eran sus apuestas.

"Para escribir una ópera en España es necesario, aparte de ser músico, ser un perfecto idiota (...) Bueno, el mundo da muchas vueltas y, a lo mejor, en el año 2000 España vuelve a tener cierta cultura musical, por lo menos la que tenía el año 36". No erró en muchos años Sorozábal cuando se expresó así. Cercano al 2000, casi ya lejano, 2016 ha sido el año, por fin, del estreno de esta ópera, aunque es dudoso que se haya alcanzado esa cierta cultura músical porque es bochornoso ver cómo un director musical, en este caso Miguel Ángel Gómez Martínez, pide silencio a la sala para comenzar cada escena y tiene incluso que bajar la batuta cansado de pedirlo. Basada en una tragedia amorosa que Joaquín Dicenta estrenó en 1895, Sorozábal consigue una madurez musical digna de pasearse por cualquier escenario del mundo. Juan José es una ópera breve, de una hora y cincuenta minutos, en la que mezclado con el potente dramatismo musical aparecen reminiscencias del acervo musical español que, para el espectador, son sólo suaves pinceladas que relajan lo grave de la acción. Es una ópera áspera con largos recitativos que acentúan la sobriedad del contenido.
El escenario de Juan José es impactante por su actualidad, pero lo es, aún más, por la compleja interpretación de los temas que aborda. Es una ópera del proletariado, de la lucha por sobrevivir en una sociedad fría y hostil. En ella aparecen de forma descarnada la desilusión por la lucha obrera, la soterrada y patética existencia de clases dentro de la clase misma del proletariado, donde los personajes se mueven con síntomas de impotencia ante lo inevitable. El analfabetismo, la ignorancia, el paro, la miseria son más fuertes que los sentimientos y la violencia aflora de varias formas como un axioma. Y en este contexto, la situación de la mujer, el maltrato utilizado contra ella y la aceptación social de éste se muestran descarnados. Sin intervenir demasiado, de una forma casi objetiva, los acontecimientos no caen en lo folclórico, no se decantan moralmente a un lado o a otro y, tampoco, se nutren de obviedades.

Se la ha descrito como una historia de celos, de posesión, pero su grandeza es ser, sobre todo, una historia de supervivencia. Rosa y Juan José soportan una relación que se rompe por la miseria, un concepto que se desgaja en tres: la miseria como pobreza, padecida por los dos; la miseria emocional, padecida por él y la miseria del ser humano, arraigada en Rosa, que es el único personaje que realmente se rebela contra su destino. Él cae en el delito social por ella, pero la razón última es su insaciable necesidad de ser amado. Ella cae en el delito moral por ser mujer y emplear las únicas armas que posee para luchar. No sabemos hasta qué punto ama Rosa a Juan José, incluso se duda desde el primer acto de su amor, pero no estamos ante una historia de amor ideal, de hecho es definitiva la descripción que de su hombre hace en la segunda escena de la obra: un hombre sin ternura, violento porque la violencia contra la mujer es consustancial al amor que por ella siente el hombre. Sobrevivir es la clave para todos los personajes, incapaces de salir de esa clase social que marca sus carencias más elementales, pero dentro de la cual hay grados, nuevas clases de lindes delgadas y nada sutiles: pasar hambre o no pasarla, sentir ternura o desapego, tener cisco o no tenerlo, estar en paro o trabajar.

La tragedia está servida en bandeja y la dirección escénica de José Carlos Plaza la acompaña con naturalidad y realismo, con la sobriedad que pide la acción y la música, con estéticas actuales y sin caer en la valoración, sin inmiscuirse. El escenario es simplemente el marco que nos ayuda a penetrar en la acción.

En cuanto a los protagonistas, sobresaliente el barítono Ángel Ódena en el papel de Juan José. Carmen Solís, Rosa, potente en el escenario con una interpretación que no siempre está a la altura de su voz y Milagros Martín, la alcahueta Isidra, excelente en el papel quizás más complicado con recitativos difíciles que exigen entonar el argot del Madrid castizo sin pasarse al registro del humor. Lamentablemente, la tensión del argumento padece altibajos que sólo son salvados por la estructura musical, contundente y categórica, que no deja espacio de relajación y que soporta toda la crudeza del contenido. La ópera es música y la música de Sorozábal es, en esta obra, brutalmente narrativa y explícita, el contenido más brutal.

Laura Gómez Recas
Crónica para Operamía


JUAN JOSÉ
Música: Pablo Sorozábal
Drama lírico popular en tres actos
Basado en la obra de Joaquín Dicenta
Orquesta de la Comunidad de Madrid
Dirección musical: Miguel Ángel Gómez Martínez
Dirección de escena: José Carlos Plaza
Ángel Ódena: Juan José
Carmen Solís: Rosa
Milagros Martín: Isidra
Antonio Gandía: Paco
Rubén Amoretti: Andrés
Silvia Vázquez: Toñuela´


Savari

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Déjalo caer...