Antonio José Royuela
Lastura, 2016
Prólogo de Lluïsa Lladó
Antonio José Royuela nació en Córdoba y es diplomado en Ciencias de la Educación y licenciado en Psicopedagogía. Inició la aventura de publicar en el año 2008 con el poemario Desajustes. En 2011 publicó su segundo poemario, La Mente del Mono. Ha sido incluido en numerosas antologías y colabora en revistas literarias como Zoque o Dos orillas. Además, ha sido finalista y ha obtenido distintos premios en numerosos concursos literarios tanto en el terreno de la micronarrativa como en el poético. Sus últimas publicaciones han sido el poemario Zonas (2015) y el libro digital de microrrelatos Resiliencia.
Zonas, libro de Antonio José Royuela, termina con este verso: “Hasta aquí otra vez yo”. El punto final inapelable para quien finaliza la lectura y toma conciencia de que la poesía es más que un medio, es el autor y lo que dentro de él se conmueve, es la naturaleza escribiente de un alma.
Royuela es autor de poesía y de prosa, domina el instrumento y es directo en el verso, explícito y comprometido con él mismo y con el mundo que le rodea. Este libro, que Lastura ha ornado con una cubierta llena de ventanas, incita a la lectura para descubrir, la curiosidad es protagonista cuando se comienza a leer y en su título se adivina la variedad de contenidos que van a abrirse de página en página. Zona cero, zona líquida, gaseosa, sólida, sin clasificar, capítulos en los que el autor va dejándose la piel ante un mundo insólito y desafiante, “en ocasiones, / el lobo que llevo dentro se alejó tanto de mí, / que me asusté”. Las zonas por descubrir de Royuela son estratos de su sentir humano cuajados de realismo y también de idealismo, como indica la prologuista Lluïsa Lladó; en esas zonas de difícil tránsito, él afronta su verdad y su criterio con sinceridad, tan directo que desgarra el lenguaje poético. Puede que ahí radique la originalidad de este libro, su carácter. Con una hábil y nada tópica utilización de la imagen, se hace valedor de sus raíces y fuentes de sabiduría literaria, reminiscentes en muchos versos, nuestros autores de mitad del siglo XX, la llamada generación de los 50. A aquéllos nos recuerda esa toma de conciencia del lenguaje como un medio al que cuidar, pero con dosis de “coloquialismo” que acercan el mensaje con absoluto realismo al lector y hacen del poema una rompiente feroz de lo poético:
Sin embargo, es ahora,
recluido mi corazón donde las ánimas
y tú, tan lejos,
donde los pájaros construyen nidos fríos,
cuando me pregunto:
si me amabas tanto como decías,
por qué carajo nunca te encontré
cuando más te necesitaba.
Las zonas se desvelan sin pudor, con la naturalidad del compromiso al abordar el desahucio, la educación, el hambre, la sanidad, el terror, la caza. Directo como un editorial tocado por la pluma del poeta, “La eliminación del dolor no debe ser / una alegoría lumínica, / ni depender de la altura del mundo donde se viva”, el autor confiesa no la inutilidad de la palabra, sino el coraje del distanciamiento, como expresa en el poema Ciudad Juárez II:
De nada te sirve la poesía
que incendia hojas alejadas de la dársena.
Maldice con crudeza, “maldito mundo de perros” y es capaz de bañar de desolación al lector con una imagen como ésta: “… en un desahucio / se maltrata la intimidad de un cajón”. Con esa misma naturalidad aborda el tema del amor, su relación con el sentimiento es sincera y honesta y el poema fluye en esa dirección sin búsquedas trasnochadas ni onanismos sentimentales “No me escandaliza reconocer / la cicatriz en la médula. / En el amor, todo es batalla”. Hay un análisis de la nostalgia, del sentimiento, del otro como antagonista no idílico, pero sin la renuncia al lirismo, puntual e inapelable:
Te quiero,
ocho fonemas para los aduaneros del mar.
En Zonas, encontramos el trazo de lo injusto, la necesidad de humanismo, el reconocimiento de lo cercano, de lo que nos sustenta desde niños, la madre (“siempre encontré en tus bolsillos / la comprensión que requiere el orden de las pasiones”), el amigo, el amante, el reconocimiento del otro a través del dolor. Cada zona del sentir en un capítulo, trazando así un mapa que no presume de categórico, pero sí de reconocible y honesto. Una honestidad a escala en la zona sin clasificar gracias al posicionamiento moral e intelectual ante el acosador, el payaso, la maldad, la mujer o el amor. Gracias a la verdad del autor:
nadie debería comprar la mercadería
que quemó a Galileo.
En este libro, Antonio José Royuela emplea la primera persona del singular en femenino en dos poemas como una apuesta literaria curiosa y extrema, sobre todo, en el poema relativo a la lactancia. Un hecho que nos hace pensar que el otro debe ser objetivo de empatía, que es un ejercicio asumible y enriquecedor para el autor y para el lector.
En geografía, una zona es una franja de terreno acotada con una extensión considerable. Así se presenta el libro, como un lienzo de franjas que necesariamente se ha de atravesar mientras se vive, sobre las que el autor se manifiesta como un actor-espectador implicado trabajosamente. Hay un verso inequívoco que delata esa horrible sensación de impotencia en este viaje: “Mis sueños son arrastrados por bueyes”. Los poemas de Zonas constituyen un mensaje lleno de generosidad. Ante la devastación, la injusticia y el compromiso, los sueños, el equipaje más preciado, aún por abrir. O, quizás sea esta materia intelectual y escrita la que compone el cuerpo de los sueños del poeta que, sin él saberlo, acumulan surcos para la siembra.
Este libro contiene un regalo para el lector, ya que en su solapa aparece un código QR para descargar en formato digital un libro de microrrelatos, Resiliencia, un título que los une en temática y en el que se puede apreciar la prosa lúcida y actual de Antonio José Royuela. Cuidadosamente tratada en todos los micros, se revela excelente en alguno de ellos como el que da título a esta gratificación digital.
Savari
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