Sobre el blanco inmaculado y perfecto, la autora como un ser irreal. La poesía es, en parte, alcanzar la irrealidad a través del sentimiento.
Veo un hada, un ser extraño con tu rostro, sonriendo a quien quiera mirar. Una sonrisa seductora que imanta la mirada, apoyándose en una postura femenina, casi de indefensión, incitando a la ensoñación del descanso y de la meditación. "El pensador", de Rodin, es un hombre. Está pensando. Pero el hada de esta portada es una mujer. Una mujer nunca adoptaría esa postura, la de Rodin. El hada también piensa, pero encogida sobre sí misma, abrazando con sus brazos las piernas flexionadas y apoyando la cabeza sobre sus rodillas. La postura del pensamiento femenino que se desplaza, inevitable, hasta la telaraña de la trama. Cuando una mujer piensa, trama y la complejidad de la trama se intuye en la mirada. El hada transmite con su postura que esa relajación tiene un motivo y que su cabeza está llena de intenciones.
Inmersa en un lugar húmedo, de espuma transparente. Agua congelada, de aspecto irreal. Es perfecto. Los pies han desaparecido y la ingravidez está asegurada. No sé lo que encontraré cuando abanique mi rostro al abrir la tapa del libro. No lo sé, pero no importa porque ya estoy sintiendo.
Reparo en el título. Mis ojos se olvidaron de leerlo. El título en sí es ya un libro. Un mensaje lleno de dudas, contradicciones, preguntas. ¡Ven! No te vayas, acude a mí. ¿Eh? Pero... ¿Qué? ¿Cómo...? ¡Ah! Veo lo que no quería ver... Siento que algo me frena. ¡No! No vengas, no quiero que te encamines hacia mí. No... Veneno... También es veneno. Negatividad, intriga... lo sobrenatural envuelve el título con una gasa en forma de interrogación.
Jara Bedmar |
No puedo más. Tengo que abrir el libro, el abismo que, tras esta mirada, me llama. Y presiento que cuando pase sus páginas, el polvo de las alas quedará impregnado para siempre en la yema de mis dedos.
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