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miércoles, 3 de enero de 2018

La alquimia y el aluminio. Reseña de Papel Albal, de Ángeles Fernangómez



PAPEL ALBAL

Ángeles Fernangómez

Huerga y Fierro Editores, 2016



La alquimia y el aluminio

Papel Albal, de Ángeles Fernangómez, comienza haciendo protagonista a su propio título, un título teñido de practicidad que, a primera vista, sorprende y que hace referencia al envoltorio de los versos de toda una vida, del sentir que, conservado en la intimidad, durante años, teme perder su anatomía tan lentamente formada, como si se tratara de una estalactita. La autora decide envolver esa obra en ese papel de aluminio tan cotidiano que ha sido víctima de la metonimia, el papel Albal es utilizado para conservar el libro, para que éste no fenezca a la intemperie de lo arbitrario.

Bajo el aluminio, nada es consecuencia de una labor artesana, sino de una alquimia exquisita que evoluciona entre el este y el oeste de la piel de la autora; aquí todo es verdad y todo naturaleza convertida en el metal preciado de su poética. Cuando abrimos el preciado envoltorio, encontramos el yo, la primera persona del singular en su forma más pura. La primera parte es una delicada cascada de autodefiniciones, autoafirmaciones  -- Entregada ya a la vida, / redescubrí mi nombre.-- que nadan en un líquido poético en ocasiones sutil, pero austero y contundente, con afinaciones delicadas y rotundas – y a la que le nacen senderos por la carne -- que comienzan a mostrar este sendero poético como algo nuevo y fresco, digno de descubrir.

Nací
del Silencio narrativo
en clave de bondades
y de la Palabra repetida
sin ocasión de cultivo.


Si hay algo que defina la vis poética de un autor es su categoría inconsciente, ese mundo al que ni él mismo puede acercarse racionalmente y que sólo aflora cuando el verbo se hace dueño de la circunstancia. Por eso, se trasluce en los versos, sutilmente, el absoluto, el sentir latente. En Papel Albal este hecho es una clave, la llave que abre cada verso. Hay una línea de honestidad en él que es tangible y que debe ser el esqueleto de todo cuerpo poético. La honestidad roza la forma, cada poema está teñido de un decir auténtico porque auténtica es la palabra y así hay que entenderla. Se trata de un libro escrito en carne viva, cuya poética transporta un contenido tan sincero que es imposible sustraerse al magnetismo del sentimiento; es un libro diáfano, claro, directo que roza con poética los recovecos del alma y de la memoria y los expone libres y accesibles, en un claro ejercicio de desnudez.

Escribiría oscuro si amaneciera invierno
y no tuviera abrigo con que encender la lámpara.

La claridad y la luz no adormecen un eco de rebeldía y reinvindicación a los que Ángeles Fernangómez es incapaz de renunciar. Ella es una activista luchadora, enérgica y generosa porque se involucra y se mezcla con la realidad convexa de la lucha por la causa. Siempre hay una causa: Palestina, la violencia de género, o la última a la que se ha dedicado la autora, la reivindicación de la PLAFHC, en la que ha sido parte activa y con la que miles de enfermos de la hepatitis C han conseguido un gran logro, su propia vida. Su poesía en este campo, el de la reivindicación como enferma, como ciudadana, como mujer, es tan limpia como en el resto de las temáticas abordadas. Directamente al grano, sin deshojar margaritas en un tiempo que vino a destiempo. Los poemas que así se escriben son llanos y perspicaces, son poemas dardo.

Aquí estoy
vengo dispuesta a deshacerme de estos puños
que lucharon tantas veces contra mí dándome golpes
de pecho
por los pecados
que me hicieron.

La naturalidad que aflora en los poemas es sobresaliente, relata el hecho sentido con la base lingüística como fondo, pero no como el pilar fundamental. Éste es la parte sólida del libro y hace de él un medio idóneo para sentir y dejarse llevar al mundo de la idea, de la desolada tristeza asumida, de la confirmación de la propia existencia y de la generosidad que es inherente a la amistad. Porque hay varios poemas dedicados en este tomo editado por Huerga y Fierro, poemas dados al otro desde la autenticidad y que a cualquier lector le pueden sugerir la recreación de esta idea. Más allá del catastrófico sentimentalismo, Ángeles Fernangómez elabora un hilo poético que atraviesa su vida con esas otras personas y los encaja en su formulación alquímica, en ese círculo que la autora lucha por completar con la generosidad de su palabra. Todo encaja en esta lectura, el autor con su obra, su obra con el lector, su yo con sus otros, los que la complementan como persona y como poeta. De ahí, la calidad del libro; de ahí, la sublimación de la palabra; de ahí el origen y el destino, el porqué del camino y el misterio de lo complementario. Todo lo es en este texto.

Después de tanta adrenalina
alguien toca al timbre de tu noche y te regresa.
escucha el leve crujido
del papel que guardará sus propiedades
para siempre.


Cóncavo y convexo. El mundo en dos mitades complementarias. El orvallo baja y se recrea en su bajada y es acogido por la tierra que amamanta humedales. Todo encaja en el mundo cierto de Ángeles Fernangómez, todo se complementa y el ser vivo está vivo por ser compuesto. Así, el libro se desliza en la lectura estableciendo una linde entre una y otra cosa, entre el yo absoluto y lo externo, el cóncavo interior y el convexo que se adentra en el alma del poeta y forma parte de su ser íntimo y consciente.

Cada gota se encuentra con
su poro y se introduce.


Definido así, en ese poderoso círculo de lo complementario, los versos llegan tras atravesar una antesala literaria de primer orden, el prólogo de Juan Carlos Mestre, que nos habla de la Hechicera, de la magia no escrita de la autora y de un mundo más allá de la palabra que al finalizar la lectura, adquiere un sentido casi metafísico.

Es la vida misma la que brota en este libro emocionante, son las semillas germinantes hacia lo azul las que, como islas magnéticas sobre el océano de alguna prometida redención, se hacen piedras fundacionales del mundo, árboles en un bosque futuro, personas en el espacio eterno de un paisaje semejante al de la dignidad humana.


El don de la humanidad, tan vilipendiado, está en este libro acomodado y envuelto en Papel Albal y se antoja circular, redondo y pleno gracias a esa alquimia proyectada en concavidades que succiona el mundo, lo acoge, lo enriquece y, finalmente, lo envuelve en un aluminio peculiar para proteger su transformación. Sólo por eso, es necesario recrearse en este paquete tan especial.



Ángeles Fernangómez fue socia co-fundadora y miembro de la Junta Directiva de la Asociación de Pintores y Poetas “Versos Pintados del Café Gijón”. Organizadora del Encuentro de Poetas “El Cerro de los Versos” en su edición de La Lobera de Gredos. Pluma invitada en la Revista “Sensibilidades”. Colaboradora en la revista de Ediciones Alkaid. En poesía ha co-publicado:”Versos Pintados del Café Gijón I” y “Con Buenas Palabras” (mención especial en el poema “Células Madre”). En relato ha co-publicado:”Encuentros en Sambara”, “En Una Ciudad Lineal” y “El Quijote en el Café Gijón”. Ha sido finalista del Certamen Internacional “Les Filanderes, Filando Cuentos de Mujer” (relato) y del Certamen Internacional “María del Villar” (poemario).


Savari

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