LA COMPLEJIDAD DE ELECTRA
Lluïsa Lladó
Ediciones Torremozas, 2020
Cubierta: Jesús Herrero
Poesía vivificante
Hay libros de poesía que, al comenzar a leerlos, producen una inquietud que incita al apresuramiento, una curiosidad inclasificable en este género literario en el que la meditación es compañera natural de la lectura. Esa sensación vivificadora es la que produce el poemario de Lluïsa Lladó, La complejidad de Electra. El prefacio, sorprendente, es la sutil palanca que genera esa inquietud de la que hablábamos. Es una prosa epistolar de Louise Colet a Gustave Flaubert, un texto precioso con un mensaje de amor recalcitrante en un momento en el que Louise ha perdido el favor de su amante. Con esa breve antesala, Lladó consigue un efecto extraordinario que provoca que, al entrar en la estancia compleja del libro, alargada y perforada de vanos con o sin luz, el lector haga un ejercicio de comprensión fuera de lo común. El universo femenino se va descubriendo, poco a poco, como un complejo sistema de refracciones emocionales del que no es posible escapar. Como no es posible escapar del atrio definitorio del título, La complejidad de Electra, que define el mito griego más perturbador que existe porque establece conflictos casi irresolubles y conceptos profundos como la libertad, la culpa, la verbalización de las certezas profundas o los sentimientos contradictorios, la miscelánea que conduce al sentido trágico de la vida y la condición de mujer.
¿Cuánto hay de rebelión, cuánto de contradicción, cuánto de valentía y cuánto de inseguridad en este mito? Son preguntas que atenazan este poemario antes de abrirlo. ¿Cuánto hay de rebelión, cuánto de contradicción, cuánto de valentía y cuánto de inseguridad en la trayectoria vital de una mujer de hoy? Éstas son insinuadas y propuestas, que no respondidas, con soltura al recorrer la poética de los cuarenta y un poemas del libro, que trasladan la conciencia del mito a la conciencia de la mujer del siglo XXI.
Me llamo Electra y soy tu hija. En el ecuador del libro el título de un poema produce un chasquido parecido al que emiten los rayos cuando tocan tierra. En él habita el trasfondo del mito y con él la autora ha querido verbalizar el territorio más oscuro del mismo. La materia de la palabra es densa y peligrosa porque expone desnuda la realidad que deambulaba por nuestro interior. En este poema, el padre, (...)las manos, alburas bíblicas de harina, (...)el demonio que me enseñó a sobrevivir, definido con una contradicción entre lo público y lo privado. Y la madre, mi madre con un paño blanco detrás de la trinchera. Y es aquí, donde encontramos un hilo conductor que recorre el resto del libro y que detona en el último poema con un solo verso, arrasando la locura de toda la lectura y su ardentía:
¿Qué habrá detrás de los abedules, padre?
El poemario se presenta como un todo, sin estructura aparente, como si su discurso interno debiera ser global e incontrolado, un totum revolutum con lógica interna que pretende abarcar el enigma intrínseco a la condición femenina. Y la autora lo consigue porque nada hay al azar entre estos versos, en su disposición, o en su discurso. El conflicto vívido y caliente que devasta el recorrido vital de una mujer, o de todas las mujeres, se dibuja con la rotundidad estilística de su autora, marca de la casa, muy poco cultivada en su género por otra parte, que cincela sobre el papel el conflicto irresoluble de todas las electras que, fundamentalmente, trata de la dificultad de desarrollar el mundo interior y el convencimiento personal en un mundo construido por los hombres, donde las dificultades se multiplican, donde la mujer se enfrenta a la mujer que se debate en la dicotomía amor-odio hacia los progenitores, hacia el origen y, por extensión, hacia el resto de personas que perfilan las relaciones amorosas de una vida. Al fin, los conflictos irresolubles que se perfilan en la infancia y tiñen con vestigios no resueltos las relaciones adultas con el mundo, como dice Colet en La Carta prefacio: "...con el poema que resurge en el regio sistema respiratorio (el alma) con la burla del amante, esposada al sacrificio de las secuelas, originarias de la infancia que gangrenan". Un recorrido éste perturbador que Llüisa Lladó intenta disociar de sí misma con el feminismo latente y patente y con una autocrítica sin victimismo como camino a la autoafirmación.
Lo autorizado al hombre,
lo extinguido y pecaminoso para la mujer.
Barrizal para expoliar el dilema.
La duda, de amar más de lo prescrito por nuestros
predecesores.
Para configurar esta complejidad como una red disforme en apariencia, Llüisa Lladó escribe con el diccionario a pleno rendimiento, haciendo uso de la comunicación franca, sin ahorros, sin formalismos que abre la morfología del español de par en par e invita a disfrutar de ella.
Del vaso ajeno no está bien beber
justificando a Freud y a la narcociencia
del delito de amar jodiendo.
Incluso trasluciendo visos surreales:
Quisiera que almendrados
saliéramos de caza con los unicornios
pero tu músculo está frío (...)
La complejidad del continente no es menor que la del contenido. La poética personal y original se descubre también libre y transgresora en este volumen, nos advierte de la cultura lectora de su autora, de su dominio del lenguaje y de las alusiones a otros mundos literarios. Utiliza imágenes mixtas muy personales, como deben ser las imágenes, unas lenguas, que caldeadas / se buscaron / como los estanques rojos sin pájaros. Hace uso de la poesía hiperreal, la mugre del realismo sucio del crucigrama de dos personas desnudas, y arriesga deliciosamente con la invención o la modificación semántica, funcional o formal del léxico, reponed-ores (dividiendo una palabra con un guión, en el centro de una sílaba, para generar dos significados en sendas partes sin atenerse a la regla), aeroplana (convirtiendo un sustantivo en adjetivo), mercería / mercenaria (jugando con el lexema común a dos vocablos con distintos referentes). Así, crea su propio campo de labor poético y en él labora con una connivencia maravillosa entre lo sublime y lo cotidiano que tinta de humanidad el mensaje global y calza de honestidad cada verso.
El libro es, al fin, un ejercicio de reconocimiento y verbalización de los traumas propios de la naturaleza manipulada por ser esencial y femenina y Llüisa Lladó lo ejecuta desde lo particular, desde su propia individualidad con la severidad necesaria para que ese discurso se convierta en universal. El apoyo de la lírica sobre un discurso emocional y categórico se logra con la maestría del quehacer poético, elaborado con un lenguaje franco que se ahorma al mensaje, adaptando así su propia complejidad, (...) lamentable salto que alimenta mi dogma, ya que / soy de la patria de donde duermo y gozo. Cuando esto ocurre, los versos discurren por un cauce complicado y comprometido, avanzan entre cunetas irregulares, curvas sin peraltes y obstáculos disuasorios y es entonces cuando la poesía estalla y alienta al lector desde el impoluto mapa de la página.
Laura Gómez Recas
Lluïsa Lladó nació en Palma de Mallorca en 1971. Es Técnico Superior de Diseño y Artes Plásticas y de Revestimientos y Pavimentos Cerámicos.
Finalista en el concurso de microrrelatos románticos Cachitos de Amor II (Acen, 2013); en el microcuento Fantàstics 2014 de Castellón y en el V Premio Internacional de Poesía en Segovia (2014), ha participado en la Antología Bilingüe de «San Diego Poetry Annual» 2016-2017, presente en las bibliotecas y las universidades del sur de California y en la Antología internacional «Poeta en Nueva York. Poetas de tierra y luna» (Karima Editora) en 2018, entre otras.
Ha publicado los poemarios: Azul-lejos (Parnass, 2013); El bosque turquesa (Torremozas, 2014); La marquesa de seda (Unaria Ediciones, 2015), El arca de Wislawa (Torremozas, 2017) y La complejidad de Electra (Torremozas, 2020).
Estoy abrumadora por tu exhaustiva lectura del libro. Muchísimas gracias, Laura.
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