Intertextualidad, según la R.A.E.:
1. f. Relación que un texto establece con otro u otros mediante procedimientos variados.
2. f. Utilización de textos ajenos en uno propio de manera explícita o implícita.
La intertextualidad alude a la relación que se genera entre dos textos. Pero, en una segunda acepción, el significado alude directamente al aprovechamiento que alguien hace de textos ajenos de manera implícita o explícita. Es decir, que no se trata de un plagio en sentido estricto, ya que éste reproduce de manera casi idéntica un texto, usurpando la autoría del mismo, y la primera emplea sólo algunas palabras, ideas o imágenes para, luego, adaptarlas a un discurso propio que sin esta práctica puede que no fuera posible urdir. Sin embargo, tanto la intertextualidad mal utilizada como el plagio son, y en esto coinciden según la doctrina, instrumentos carentes de ética o deontología y que, además, embarran la trayectoria de cualquier autor.
La lectura es una actividad aguda porque es por definición intelectual. Cuando uno se enfrenta a un texto, normalmente, utiliza un campo cognitivo que abarca la comprensión del texto, la memoria, la confrontación con ella de la información recibida y el procesamiento de la misma con el pensamiento abstracto y analógico. Este proceso se hace de forma involuntaria y automática y la traslación de la información recibida a nuestro sistema produce una reacción, también involuntaria en los primeros instantes.
¿Qué ocurre cuando esa reacción delata un hito en la lectura que no podemos soslayar? ¿Qué ocurre cuando la reacción es casi automática y reconocemos en la información recibida indicadores claros que reconocemos propios y no deberíamos recibir como extraños? Automáticamente, asociamos esos indicios a nuestras propias palabras escritas en otro tiempo y un alarma se enciende inconscientemente. Si, al continuar con la actividad, ésta salta una vez más, y otra, y otra más, entonces, ¿podríamos hablar seriamente de intertextualidad? ¿Y si la imagen central de un texto poético se utiliza en otro con la misma intención y el mismo trasfondo? ¿Y si el autor del segundo texto no tiene secretos para el primero?
Los interrogantes asaltan esta disertación sólo porque un hecho así no se puede denunciar en público, precisamente porque no es un plagio literal; pero eso no impide tener la seguridad de que existe porque quien es autor lo sabe (parafreaseando al parafraseador del gran Lope de Vega Carpio).
¿De verdad era tan necesario acudir a un texto para formar otro? ¿Qué conclusiones se desprenden de ello? Nada bueno, pero al final, la verdad es la primera verdad, la real, la original. Hay personas que son una gran mentira que es tomada por verdad por todos los que no las conocen. Pero cuando alguien escribe poesía traslada su auténtico interior al papel. Y, en estos casos, la gran mentira se muestra como la única verdad entre sus versos.
- Tesis Sandra Timal López, dirigida por Francisco Sánchez Espinoza; sept 2017
- Un ladrón de literatura: el plagio a partir de la transtextualidad
Kevin Perromat Augustín
Universidad de la Sorbona (Paris IV) y Universidad Complutense de Madrid.