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miércoles, 26 de enero de 2011

Con la voluntad crecida


Apuntes urbanos


Apuntes urbanos
Ricardo Bórnez
Los Libros de Umsaloua, 2011







Ricardo tiene como uno de sus referentes, por no decir el más importante, a Miguel Hernández. Hernández, en la dedicatoria de “Viento del pueblo”,  que le escribe a Vicente Aleixandre, dice: “… cada poeta que muere deja en manos de otro, como una herencia, un instrumento que viene rodando desde la eternidad de la nada a nuestro corazón esparcido.” Ese testigo es el que recoge Ricardo en “Apuntes urbanos”. Sus versos no se obstruyen con el síndrome de lo cotidiano o de lo mugriento que nos da la vida sobre la que versa este poemario. Sus versos, al contrario, son el resultado de la expresión poética, del lenguaje elevado para explicar lo trascendente.

Ricardo, que tiene una trayectoria vital muy marcada por la lucha política, el compromiso social y la cercanía a lo humano, construye su poesía con un lenguaje poético depurado, aun cuando acaricia o se embadurna con conceptos que nada tienen que ver con lo poético; demostrando, así, que todo contenido intelectual puede ser tratado con el matiz poético del lenguaje, algo que parece denostado últimamente.
Nos demuestra, como lo demostró Miguel Hernández, que el mensaje crítico y social o políticamente comprometido se puede generar con la misma calidad literaria que poetas como Garcilaso emplearon para hablar del amor cortés.

Ésas, a mi entender, son las alas que permiten a este libro sobresalir del estante…
Quizás porque nos sorprende, nos sigue sorprendiendo y mucho más en estos tiempos, en los que la poesía y los conatos de versos mediocres conviven bajo un techo de igualdad nada justo.

El lenguaje poético no es lenguaje coloquial. “Apuntes urbanos” dispone de él sutilmente porque eleva el lenguaje con una simple metonimia
Ricardo Bórnez
(“hasta que vuelvo al cubil”), con una metáfora ligera (“se me pudren las cloacas”)… porque maneja en cada verso la capacidad de hacer del mensaje algo único que se extiende desde el tubo de escape hasta el alma misma, hasta el centro de lo que somos, en un juego de introspección que asoma en muchos poemas como algo natural, sin poses… Es un texto literario bajo el prisma, no de la crítica (que es subjetiva), sino del análisis de la poética que, según Jacobson, es la ciencia que explica cómo un mensaje verbal puede convertirse en arte.  Esa es una de las cualidades de la poesía y es placentero disfrutarla en el libre tono de los versos libres de Ricardo, ahora que nadie quiere hablar de calidades, porque duele. Nos hayamos, pues ante un poemario que se pertrecha de sí mismo, dando valor al contenido el alto valor del continente: poesía de natural factura y de nada natural calibre.

“Apuntes urbanos” nos habla del hombre que habita en la ciudad, desde la perspectiva de su humanidad y con la problemática contradicción del que la ama y la odia, del que la anida y la huye….  como a una amante-madre porque es dentro de ella donde está su realidad, carente de naturaleza, de tierra abierta, de luz (“cuánto daría /porque la luz fuera luz..”). 

Lo singular de su tratamiento es que nos presenta a la ciudad como una mujer, una amante, una compañera inevitable (“hazme el amor hasta la frontera”). El poeta se despliega con la desazón del amante atormentado por la totalidad tóxica de la amada; y se debate entre una relación masoquista (“clava tus uñas en mí / quiero sentir tu pecho descarnado”), un sentido fatalista de la vida (“en batalla contra mis fantasmas, / contra mí, / contra ese yo que siempre se detiene / en el límite de la existencia”) y el afán de rebelión y autoafirmación (“algún día / -aún no sé cuándo- / diré toda la verdad,  todo lo subterráneo / que alienta el desaliento.”): verso, éste último, que utiliza una antítesis con aliteración para convertirlo en un verso delicioso.

La lucha invisible entre poeta y ciudad deriva en la incapacidad para abandonarla (“prisionero de mí mismo”), se define en un verso; porque la prisión de la ciudad es la prisión que habita en el poeta. Y, al mismo tiempo se esboza la no claudicación, la rebelión sobre esas calles que dice  (“se van haciendo viejas / a base/ de aguantar  / peso muerto”) porque se sabe integrado para reconstruir, renacer y reformar desde dentro. No renuncia, no abandona, pese a lo titánico y utópico de su labor:


"sé el camino escogido,
sé de los contenedores
donde volcar
los excrementos de la vida,
pero a veces cuesta tanto…”

El poemario atraviesa ese momento en que la conciencia despierta y el deseo de la acción comienza a ser una necesidad vital, no exenta de impotencias. Por ello, el relato poético que se acerca a lo más íntimo de la conciencia desde la cloaca, las calles húmedas, el trabajo en la soledad de la noche de las lumis, el humo terco de los autobuses...  se sublima… porque llamarse poeta es poder expresarse con el arma cargada del verso válido y capaz de trascender.


Y, en esa unidad mínima, en el verso, es donde el hombre que escribe se define como un ser poético. Y, es ahí, donde encontramos al Ricardo Bórnez que recoge el testigo sin alardes ni aspavientos. Sólo con la voluntad crecida y sincera del que se expresa con la poesía.


Laura Gómez Recas

Madrid, 26 de enero de 2011



Savari


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