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lunes, 18 de abril de 2016

María Moliner, de Antoni Parera Fons


Es difícil elaborar una ópera documental con el relato cronológico de una proeza tan recóndita y poco épica como la de la elaboración de un diccionario. Sin embargo, Antoni Parera Fons consigue con su obra María Moliner, apoyándose en el libreto de Lucía Vilanova, un conjunto bello, contemporáneo y gratificante que se proyecta de forma progresiva en el espectador y que incorpora, de forma bella y estimulante, algunos sonidos de la escena, como las fichas de cartulina o la máquina de escribir, al fluido musical.

El libreto revela la injusticia que sufrió la filóloga aragonesa por su condición de mujer, la injusticia por sus afinidades políticas anteriores a la guerra  y la injusticia del destino por su final, por la ausencia y el vacío al que conduce el alzheimer. Gabriel García Márquez dijo sobre María Moliner “hizo una proeza con muy pocos precedentes: escribió sola, en su casa, con su propia mano, el diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua española”.

La ópera se expone como en un almanaque imaginario. Tres tenores, Gerardo López, David Oller y Toni Marsol son los encargados de ir pasando las páginas del santoral y anunciar en qué preciso momento se desarrolla la escena, tomando siempre como referencia el día de la publicación del diccionario Moliner.  Mezclados en brevísimas apariciones entre el público, resulta algo molesto, sobre todo en el primer acto, debido a que se hacen mucho más frecuentes estas apariciones.  Sin embargo, se agradecen los guiños estructurales, como la anacronía en el tiempo narrativo. Hay una prolepsis antes del final del primer acto que sorprende y provoca una analepsis posterior. Ese avance y retroceso en el tiempo rompen la cierta monotonía en el previsible y conocido argumento de la vida de María Moliner, algo que se logra olvidar gracias a que la ópera centra su argumento en contenidos abstractos o conceptuales  sobre los que profundizar por el tiempo histórico y personal que rodea a la protagonista. Esto se consigue  a través de palabras clave del diccionario, como “destino”, o “exilio”. Entramos en el complejo mundo semántico de la lexicógrafa a través de estas entradas en el diccionario y se escenifican algunos de los sucesos más sangrantes de su vida, como la desconfianza sobre su tendencia política del régimen franquista o su intento frustrado de entrar en la Academia de la Lengua.

Es en este momento, cuando la obra sufre la parte más criticable. Aparecen en el escenario las figuras de las mujeres que optaron antes que ella a un “sillón” y la de la que lo consiguió cinco años después de que a ella se lo denegaran. Emilia Pardo Bazán, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Isidra de Guzmán  y de la Cerda y Carmen Conde. Las cuatro mujeres, que deberían tener un papel reivindicador en este argumento, se nos presentan con una actitud machista, acentuando rasgos de un carácter femenino esteriotipado por los argumentos machistas e, incluso, acusan del rechazo de la Academia a sus contemporáneas. Esto pudiera haberse hecho con más dignidad y no acentuando ese tic de lo femenino que tanto daño ha hecho a la historia de la lucha de la mujer por la igualdad.
Por lo demás, el personaje de María Moliner entra despacio, pero con seguridad en el escenario y consigue una empatía absoluta en el segundo acto.  La ópera va creciendo en intensidad musical y acaba siendo indiscutible la calidad narrativa de la misma, que alcanza su momento cumbre al final de la obra y llega a su climax en las últimas notas. El tratamiento musical y escenográfico del alzheimer supera cualquier expectativa gracias a la paradoja que genera y al tratamiento artístico delicado y sutil que el autor, Antoni Parera, y el director de escena, Paco Azorín, consiguen para generar un intenso y muy emotivo final.

Paco Azorín es el director de una escena brillante que pisa el terreno de lo onírico, en ocasiones, y lo simbólico, en otras, con efectos propios del cine y que, en el teatro, cobran una magnitud bellísima. La profundidad de los espacios reales e imaginarios en un maridaje limpio y visualmente estimulante se consigue gracias a la movilidad giratoria de las estructuras del escenario, a la proyección sobre las mismas y sobre el espacio escénico de imágenes de letras, símbolos e iluminaciones superpuestas. Es una apuesta contemporánea, acertada y que envuelve con absoluta eficacia la obra musical y a los personajes.

María José Montiel merece una mención muy especial. Está impecable y es capaz de transmitir todo lo que se propone en esta obra. Su personaje va afilándose a lo largo de los dos actos gracias a las aristas que ella le proporciona. No sólo su brillante voz le avalan, sino su categoría como actriz, de canalizadora del sentimiento, del pensamiento.
Y es destacable, también, la colaboración especial de una portentosa voz, la de Joan Pons que representa el papel del ocupante del sillón B de la Academia.


Teatro de la Zarzuela de Madrid. Del 13 al 21 de abril


Dirección musical:Víctor Pablo Pérez
Dirección de escena: Paco Azorín
Escenografía: Paco Azorín

MARÍA MOLINER
María José Montiel (13, 15, 17 y 21 de abril) / Cristina Faus (19 de abril)
FERNANDO RAMÓN Y FERRANDO
José Julián Frontal
INSPECTORA DEL SEU / CARMEN CONDE
Sandra Ferrández
GOYANES
Sebastiá Peris
EMILIA PARDO BAZÁN
Celia Alcedo
ISIDRA GUZMÁN Y DE LA CERDA
María José Suárez
GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANDEDA
Lola Casariego
Con la colaboración especial de JUAN PONS como SILLÓN B DE LA RAE
ALMANAQUE
Gerardo López, David Oller, Toni Marsol

Laura Gómez Recas
13 de abril 2016




Savari

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